El nudo ocupa más que mi garganta,
y la lluvia, no es capaz de disimular todas las lágrimas que aún tengo guardadas.
El aire me mueve las cuerdas vocales,
y no emiten sonido alguno.
La mirada perdida,
no sabe si encontrarse,
o prefiere perderse para siempre.
Me duelen los oídos de tanto silencio.
La lluvia llama a la puerta
que es mi piel,
pidiendo paso, que la deje entrar.
Y limpiarme por dentro
al fin.
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